miércoles, 5 de agosto de 2009

Ilógica

Eva miró por la ventana, empapada por los últimos resquicios de una agresiva tormenta de verano. Apenas podía ver nada a través del cristal; pero el paisaje que se adivinaba se percibía como un retrato surrealista de una ciudad vacía, ilógico.
Ilógico. La palabra se asentó en su paladar al pensarlo, y la estuvo masticando un buen rato. No tardó en volverse incómoda en su boca, y se asqueó hasta escupirla.
-Ilógico –murmuró al fin, sin darse la vuelta para mirar a su interlocutor-. Pero, ¿qué es eso de la lógica?
-Lo natural –contestaron tras de sí-. Lo normal, lo corriente... supongo.
Siguió una gota en el cristal de la ventana con la yema de su dedo, camuflando su silencio entre el repiqueteo de la lluvia.
-No me gusta –dijo-. No me gusta eso de la lógica.
-Bueno, tú siempre has sido un poco especialita.
Su reflejo en la ventana frunció el ceño. Lógica, decían sus labios, moviéndose despacio en el cristal. Lógica.
-Vaya palabra más absurda.
-Déjalo ya.
Pero no paró. Balanceada en la silla que la sostenía a la altura del cristal, Eva esperó a que el sonido de los tacones se alejara. Y se quedó hablando sola, intentando discutir con su reflejo si realmente merecía la pena ser lógica.
Y le dio por recordar. Por cerrar los ojos y percibir olores, y a sentir el frío en su piel, empapada por unos aspersores de madrugada. Y a rememorar el vértigo que supone subirse a un tren.
Su corazón palpitaba deprisa.
-Si la lógica es la realidad tediosa y conformista, si la lógica es mirar por la ventana esperando que las cosas vengan a ti sin arriesgarte a salir a buscarlas, si la lógica es eso...
Sin duda prefería ser ilógica.